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La agilidad tomada en su complejidad, aporta un marco de acción que facilita que emerjan nuevas formas de pensar, comunicarse y comportarse; cuando esto ocurre, permite que los equipos de trabajo creen valor de formas innovadoras y más significativas para los clientes. En cambio, cuando la agilidad es tomada de una forma simplista, donde se replican fórmulas pre-fabricadas y se adoctrina en “ahora las cosas se hacen así”, genera tensiones de poder y un revuelo de movimiento que corre el riesgo de dejar a las personas resentidas y mareadas.

Conocí la comunidad de metodologías ágiles en Marzo del 2009: fue el primer Open Space en Argentina. Había trabajado en el software desde mis 18 años y estaba -hacía más de una década- en la Gerencia de Sistemas de una gran empresa. Y como en una vida en paralelo: había estudiado filosofía en la universidad y venía desde el 2002, movilizada por una tremenda crisis económica y política en Argentina, explorando caminos para la transformación social. Actividades como meditación, yoga, servicio a la comunidad, grupos de apoyo mutuo, redes de voluntariado, fueron cambiando mi clima emocional y permitiéndome percibir el mundo de nuevas formas. En ese primer Open Space mi corazón saltaba de emoción: fue un hito inolvidable en mi camino, donde mis vidas paralelas se integraron con un mismo sentido. Asistí a mi primer encuentro anual de la comunidad latinoamericana en Agiles 2009 Brasil y en 2010 armé mi propia consultora Fuerza Tres. Hasta ahora he brindado consultoría, talleres y charlas, en Argentina, Chile, Perú y Colombia; me gustaría seguir expandiendo fronteras en territorio e intercambio multi-cultural.

Si bien la agilidad no resuelve todas mis inquietudes, es una de las corrientes de pensamiento y acción que más me han apasionado, ya que allí encontré la oportunidad de vincular el deseo de aportar valor genuino a la sociedad con la lógica de las empresas orientadas a resultados económicos. Es decir, hay empresas que venden “chucherías”, cosas que no tienen valor real, ni cubren necesidades, sino que proveen un placer en el corto plazo, de corta duración, e incluso a veces con un costo en el mediano o largo plazo (por su baja calidad). En cambio hay otras organizaciones que se comportan a semejanza de los órganos saludables de un cuerpo biológico: es decir, que además de generar rentabilidad para sí mismas, quieren ser instrumentos funcionales del gran sistema social: se enfocan en brindar servicios y productos de alta calidad, que satisfagan necesidades reales de seres humanos (clientes), y que a su vez cuidan a las personas involucradas en todo el proceso productivo (incluyendo proveedores y comunidades).

Así es como empecé a creer que las organizaciones podían ser agentes de transformación de los ecosistemas sociales. Mi propuesta no es que todas las empresas se vuelvan “sociales”, sino que lo que hacen lo hagan -cada vez- con mayor amor y conciencia. Con una visión inclusiva de ganar-ganar, se puede lograr no sólo “armonía en la diversidad” sino la creación conjunta de nuevas realidades, donde más personas puedan conectar con la vivencia de la plenitud y más empresas puedan prosperar.

Por eso, en mi experiencia cuando las personas involucradas en un cambio organizacional están sinceramente comprometidas con una visión sistémica y con los valores humanos, la agilidad les provee un marco que clarifica las situaciones, mejora la comunicación y los procesos, acelera la concreción de los resultados deseados, tanto en términos económicos como en clima emocional. Pero si este compromiso está débil, la agilidad es un movimiento estéril y costoso. Mis clientes que han logrado resultados sorprendentes fue total mérito de ellos, ya que la clave del “éxito ágil” está en lo que ellos ya eran antes de conocer la agilidad.

Si tuviera que definir “agilismo” en una sola palabra diría “cerrado”! Todos los -ismos tienen esa cualidad. En cambio, para mí la agilidad es un movimiento abierto de aprendizaje basado en la experimentación continua y la colaboración mutua. Me alegra cuando comparto con otros el camino de la agilidad, y también cuando no lo comparto, porque ese es signo de la diversidad de mis entornos y se multiplican las oportunidades de seguir aprendiendo.

Mi deseo es que cada vez más personas se animen a pensar diferente y se abran a una comunicación sincera hacia los seres cercanos, cada uno avanzará a su propio ritmo y con sus propias elecciones.

ingrid

Consultoría a líderes y a equipos de trabajo, con un método propio que integra un cambio cultural de paradigma con metodologías ágiles de gestión.

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